La madre, cada vez que llegaba al nido, intentaba alimentar a cada uno de sus polluelos, pero siempre había uno que no comía lo suficiente, por lo que con el paso de los días, mientras que los demás empezaban a engordar, él cada vez se encontraba más flacucho.
El día más inesperado, el pequeño gorrión se cayó del nido porque los demás ocupaban mucho más espacio que él. Se vio sólo, apenado, pero continuamente intentaba volver a su lugar, pues echaba de menos a sus hermanos y a su madre, aunque ésta no acudía en su ayuda.
Pasaron unos días tras otros, pues sus pocas plumas en las alas no le permitían volar hacia arriba, en algunos momentos pensó en dimitir y ver pasar la vida.
En el momento menos esperado conoció a un pequeño saltamontes que por allí andaba, y después de conocer su historia, empezó a ayudarle, motivó al gorrión en su vuelo, además de subir hacia lo alto del nido para avisar a su madre de que se encontraba aún vivo, arriesgando su vida.
Al final, su madre, que siempre lo quiso, acudió en su ayuda, dando gracias al pequeño saltamontes, pues había dado a su hijo por perdido.
Ahora os preguntaréis cual es la moraleja del cuento...
El gorrión no es más que un niño que se siente desplazado, que se encuentra apenado, sólo y sin fuerzas para continuar, bien sea por problemas familiares, con los iguales o en la escuela. Este niño, al igual que el gorrión, necesita un gran apoyo, por un lado, una gran motivación por parte del docente del centro, preocupándose por él y el porqué falta continuamente a clase. El docente si lo ve necesario, debe ponerse en contacto con los padres, como el saltamontes hizo con la madre del gorrión, para comentar los problemas por los que pasa su hijo o hija e intentar poner solución entre ambos.
No es más que hablar con los niños, dedicarles el tiempo que necesiten y ponerse en contacto con los padres para fomentar una buena educación y que asistan a clase para tener un buen futuro.
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